El pasado 5 de Octubre, llegó a nuestros televisores la esperada segunda temporada de Big Mouth. Con crítica y público de su lado tras su primera temporada, era lógica la expectación ante esta segunda tanda de episodios. ¿Pero habrá conseguido satisfacer al público una vez más? ¿Habrá evolucionado o habrá entrado en el selecto Club de “Segundas partes nunca fueron buenas”? Os lo contamos a continuación.
Mucho de lo que ya nos gustó.
La serie sigue utilizando los recursos que nos encandilaron en la primera temporada, lo que la convirtió en algo única. Nuestros protagonistas siguen en pleno despertar sexual, y las bromas que propician estas situaciones siguen siendo muy frescas y tronchantes. Y es que una de las principales bazas de esta serie, sigue siendo la temática. La mera naturaleza de las premisas que nos presentan, ya resultan de por sí divertidas. Si a eso además se le suman personajes carismáticos y diferentes ingredientes que comentaremos a continuación, el resultado solo puede mejorar aún más.
Más recursos visuales y narrativos.
Si bien en la temporada anterior la serie se nos presentó como una comedia pura y dura, en esta segunda han transmutado hacia algo más elaborado. Y es que la serie hace un giro, bastante manifiesto e incisivo, hacia el género musical. En esta tanda de episodios podremos encontrar un buen puñado de canciones, a cada cual mejor, la mar de pegadizas y con unas certeras y punzantes letras (lástima que Netflix España no haga uso de los subtítulos forzados en dichos momentos). Mención especial para el tema “I Love My Body” que reivindica la libertad corporal y fisiológica de la mujer. Además, la serie se arriesga estrenando originales escenarios, así como presentando a nuevos y acertados personajes. Poco a poco, el universo de Big Mouth, se convierte en algo rico y extenso.
Mejor afinada en todo lo que toca.
Hay menos gags, y en general, es posible que te rías menos veces de lo que lo hiciste con la primera temporada, pero las bromas son indudablemente mejores. Más agudas, más estilosas, más críticas. Si bien el lenguaje verbal, sigue siendo bastante explícito, el lenguaje visual está utilizado con clase e incluso en ocasiones, con buen gusto. Cuando toca enseñar, enseñan sin reparos, pero saben cuándo no recrearse en exceso o enseñar de manera gratuita (o al menos, en su mayoría de veces). Además, saben desprenderse de los elementos que peor funcionaron en la primera temporada, como el fantasma de Duke Ellington.
Por otro lado, pocos son los temas (teniendo en cuenta la temática de la serie) que escapan de la crítica: Las responsabilidad de los padres respecto al comportamiento de sus hijos, cómo pueden repercutir los cambios físicos de un adolescente en un entorno como el escolar, la depresión, las drogas, la obcecación de los hombres y las mujeres por determinadas cosas, e incluso dedican un sobresaliente episodio de manera brillante a las enfermedades de transmisión sexual (titulado Programa de planificación).
Reivindicando su potencial.
Big Mouth se consolida y evoluciona en esta segunda temporada y nos deja con ganas de más. De más Nick, de más Andrew, de más Maurice, de más Jessi y Missy, de más Jay y Entrenador Steve, de más Lola (personaje revelación) e incluso de más cierto “malvado” mago. La serie explora nuevos caminos en los que se encuentra más cómoda, sin dejar de ser arriesgada, fresca y punzante, y el espectador lo agradece. Así que mientras este sea el camino… ¡Que no pare la fiesta de Big Mouth!