Este año se cumple el 40 aniversario del estreno en cines de la película de la que os hablaremos sobre estas líneas, esa es la excusa perfecta para que analicemos uno de los largometrajes más icónicos que ha dado el cine de ciencia-ficción en la década de los 70: Alien, el octavo pasajero.
Tras el descomunal éxito cosechado por “Star Wars” en 1977, la productora 20th Century Fox quería embarcarse de nuevo en una cinta de ciencia-ficción que le proporcionase el mismo nivel de beneficios y por eso dio luz verde a un guión que llevaba un tiempo dando vueltas en su cajón de futuros proyectos, y dicho libreto era el que les habían presentado Dan O´Bannon y Ronald Shusett, basándose en películas del mismo género de las décadas de los 50 y los 60. Ahora solo faltaba escoger a un director y el agraciado, tras varias negativas que fueron desde Walter Hill hasta Peter Yates, fue el inglés Ridley Scott, que en el mismo año en el que George Lucas se hacía de oro con el principio de la saga galáctica, él se estrenaba en la silla de dirección con la película “Los Duelistas”, basada en la novela homónima de Joseph Conrad y que le proporcionó el entusiasmo de la crítica especializada.
Y ahora sí, tras poneros en antecedentes, nos zambullimos en el análisis del largometraje.
En esta historia, es el año 2122 y nos encontramos en el carguero espacial Nostromo. Durante su viaje de regreso a la Tierra capta una transmisión de origen desconocido y la tripulación, tras un extenso debate en el que se exponen los pros y los contras de llevar a cabo dicha acción, decide ir al planeta del que proviene dicha transmisión, lo que ninguno de los tripulantes sabe es que se toparán con una criatura letal, cuyo único propósito es matar a todo lo que se cruce en su camino.
En primer lugar queremos hablar de las interpretaciones, comenzando por Sigourney Weaver como Ellen Ripley, que en aquel momento era una actriz desconocida, pero con ese personaje creó a la primera heroína del género. Además de llevar el peso de la cinta, logró una interpretación muy creíble y que influiría en las futuras estrellas femeninas en el cine de acción y ciencia-ficción; Tom Skerritt como Arthur Dallas, otro personaje muy bien desarrollado y que pese a ser el protagonista, se muestra como es un líder con carisma y empatía ya que podemos observar cómo va cediendo la toma de decisiones entre toda la tripulación; Ian Holm como Ash, el oficial científico de la tripulación, cuyas maquinaciones siempre nos inquietarán y mantendrán en vilo, un acierto total la elección de este actor para moldear a un personaje tan ambiguo. Y por último, destacaremos a John Hurt como Gilbert Kane, otro de los miembros de la tripulación, que nos tendrá con el corazón en un puño desde su primer encuentro con el alienígena.
No queremos olvidarnos tampoco de los solventes papeles que corren a cargo de Veronica Cartwright, Yaphet Kotto y Harry Dean Stanton, haciendo hincapié en la importancia que tienen los trabajadores cuando son contratados y sus escalas y, por descontado, sus retribuciones, un tema que no puede estar más de actualidad hoy en día.
En cuanto al trabajo de dirección de Ridley Scott únicamente soy capaz de proferir alabanzas al cineasta británico, ya que fue capaz de dotar a una película de terror en el espacio una sensación de tensión, desasosiego y opresión en todos y cada uno de los rincones de la nave espacial que me resulta imposible ver la cinta tranquilo tras más de 25 años que han pasado desde que la vi por primera vez y eso es mérito de un director que jugó tanto con los roles de los personajes como con los prejuicios de un público que esperaba el típico producto de ciencia-ficción y que, a la postre, convertiría en película de culto y que sería repetida hasta la saciedad en multitud de cintas posteriores de temática similar.
Tampoco queremos dejar pasar la oportunidad de alabar el inteligentísimo guión, obra de Dan O´Bannon y Ronald Shusett, que siendo una película del género se preocupó en incluir temas de índole social y cómo son capaces, con pequeñas pinceladas, de moldear a todos y cada uno de los personajes, resultando importantes e importándonos cuál será su destino.
Otro punto de obligado análisis es el inconmensurable trabajo de H. R. Giger en el diseño del alien, la cámara de huevos y la nave abandonada para darle esa apariencia orgánica que hiciera de contraste con la visión más industrial del carguero espacial.
Finalmente nos detendremos en la impagable banda sonora que se marca una leyenda como Jerry Goldsmith, austera pero que acompaña perfectamente a la terrorífica historia, llevando a cabo temas que nos indican que nos metemos en el género de suspense y cuando queremos darnos cuenta, estamos ante una pesadilla.
Como curiosidad queremos citar que la película ganó un Oscar, en la edición de 1980, en la categoría de mejores efectos visuales.
En definitiva, nos encontramos ante un clásico de la ciencia-ficción, que hará palidecer a todo el que sea un manojo de nervios, pero que disfrutará y se encogerá en su sillón al comprobar que está viendo una de las obras cumbre de la Historia del Cine. Sin más dilación, os animo a que la veáis si nunca le habéis dado una oportunidad, ya que os causará un impacto duradero, el mismo que me lleva generando a mí desde que mi padre me puso por primera vez la película cuando la grabó en una cinta de VHS.
Y recordad: En el espacio, nadie puede oír vuestros gritos.
Puntuación: 9,5/10