El género de la ciencia-ficción siempre ha sido un lienzo magnífico para retratar los problemas de la actualidad. Ponemos la mirada en el futuro pero dejando claro que las injusticias seguirán existiendo aunque la tecnología siga evolucionando. Puede ser una realidad alternativa, pero será una en la que habrá pobreza, desigualdad, traiciones o clasismo. Todo esto lo abraza Nación cautiva (Cautive State), una película de invasión alienígena muy irregular que brilla cuando pone el foco en los individuos que se oponen al nuevo orden mundial y también en los que agachan la cabeza.
Los aliens han llegado a la Tierra, pero no para destruirla y marcharse. Esta vez se quedan, y han llegado a un acuerdo con los dirigentes de nuestro planeta: los invasores serán ahora la fuerza legislativa, es decir, que ahora mandan ellos. Se supone que ahora todo es más seguro, el crimen y el paro están bajo mínimos, pero para que la situación se mantenga estable no debe haber ningún tipo de disidencia. Al igual que ocurría, por ejemplo, en la Francia ocupada por los nazis, hay una Resistencia y hay un gobierno colaboracionista, quienes ahora se ocupan de vigilar a su propia gente. Como decía al principio, esta nueva sociedad no se libra de las desigualdades de siempre, así que en un barrio marginal de Chicago vive Gabriel (Ashton Sanders), hermano del fallecido líder de un grupo revolucionario. ¿Pero la lucha acabó entonces? Pues según el agente Mulligan (John Goodman), amigo del también fallecido padre de Gabriel, parece que todavía hay una insurgencia activa.
La premisa es muy interesante, pero el problema está en que el director Rupert Wyatt (El origen del planeta de los simios) ha tenido entre manos un presupuesto muy limitado para lo que necesita una película de ciencia-ficción. En estos casos, siempre se corre el peligro de que un CGI algo regular introduzca un factor de Serie B a todo el metraje, aunque películas como Distrito 9 salieron muy bien del paso y esta más o menos también lo consigue. El asunto es que tienen que enfocarse entonces en aspectos más a pie de calle, dejar a un lado la espectacularidad, algo que a más de uno decepcionará o frustrará por todo el potencial perdido.
El guion de Erica Beeney y Rupert Wyatt pone el foco en el ser humano y los defectos y virtudes que siempre nos han acompañado. Cómo algunos hacen todo lo posible para sobrevivir, aunque sea necesario traicionar a los tuyos, o cómo para otros los principios son inquebrantables, aunque eso suponga perderlo todo. Y debajo de todo ello tenemos una huida, con semejanzas a la franquicia The Purge, donde no puedes confiar en nadie, todo es contrarreloj. El problema está en que las escenas se suceden de manera caótica, sin tiempo a que haya mucho desarrollo de personajes, pero por suerte hay un reparto muy solvente que pone un parche al asunto (Vera Farmiga, sin ir más lejos).
Nación cautiva es imperfecta, pero dentro de sus errores tiene muchas cosas por las que merece la pena echarle un ojo, ideas con un gran potencial que solo necesitaban un buen pulido en las hojas del guion. Hemos visto cientos de invasiones de extraterrestres en la historia del cine, y aún así esta película consigue sorprender en muchos aspectos, con un estilo narrativo muy particular y un chute de esperanza como toda buena película de ciencia-ficción siempre debe darnos.