‘La casa Gucci’: desenfocado relato sobre la caída de un imperio

La casa Gucci es una historia sobre traiciones y deslealtades, sobre la corrosión que genera el dinero, sobre la avaricia y la enfermiza opulencia de las clases más altas. La firma Ridley Scott, que regresa tras el lanzamiento de El último duelo, estrenada hace menos de un mes.

A caballo entre las ciudades de Milán y Nueva York, en un contexto que se extiende desde los años 70 hasta mediados de la década de 1990, La casa Gucci narra el funesto desmoronamiento de la familia que da nombre a la película. Adam Driver interpreta a Maurizio, un joven introvertido, tímido y pasivo —puede que incluso un poco pánfilo— al que parece no interesarle el negocio familiar. Tanto es así que está dispuesto a enfrentarse a su padre, Rodolfo Gucci (Jeremy Irons), y a renunciar a su millonaria herencia cuando este le transmite su sentir acerca de su nueva novia, Patrizia Reggiani (Lady Gaga), a la que considera una mujer poco honesta, únicamente interesada en la ascensión social que el apellido de su familia le puede otorgar.

Fotograma de La casa Gucci, dirigida por Ridley Scott.

La primera parte del metraje, que se configura como el marco en que se desarrolla posteriormente el biopic, me mantiene enganchado en todo momento. Su ritmo es ágil y sus líneas bastante divertidas —más aún cuando hacen su aparición Al Pacino y Jared Leto—, consolidando un bloque sensiblemente homogéneo, que avanza al ritmo de Donna Summer hacia una segunda mitad que desgraciadamente no consigue mantener la misma tendencia.

A partir de cierto punto, La casa Gucci cambia radicalmente de tono, intentando elevar la narración hacia un plano más solemne y reflexivo. Es aquí cuando sus casi tres horas de duración se me empiezan a atragantar. La cadencia del inicio de la película, equilibrada y consciente de su propio carácter, da paso a un tedioso capítulo centrado casi en exclusiva en la guerra por el poder, una cuestión que se asume como una estúpida concatenación de estrategias de idéntico trazo protagonizadas en su mayoría por la rapaz Patrizia.

Fotograma de La casa Gucci, dirigida por Ridley Scott.

Resultaría interesante, quizá, entrar a analizar el arco de los personajes principales, pero la forma en que se dibujan, tan frívola y deshumanizada, impide cualquier reacción empática. Cuando intento asistir a La casa Gucci desde el pragmatismo, su desmesurada satirización me saca del relato, y cuando trato de hacerlo desde una perspectiva menos celosa, soy incapaz de obviar la gravedad de aquello que estoy viendo. Es demasiado seria para ser tomada a broma y demasiado tonta para ser tomada en serio.

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