Ya los cinco primeros minutos de Lamb constituyen una evidente declaración de intenciones. La presencia se abre paso en mitad del campo helado, ahuyentando una manada de caballos que trata de permanecer unida durante una tormenta de nieve. Al fondo, un foco de luz revela el emplazamiento del único asentamiento de la zona. Es la noche de Navidad y sus dos solitarios habitantes se preparan para la cena. Ella mira por la ventana, preocupada. Aunque no ve nada, siente que algo se aproxima al remoto lugar…
La película narra la historia de María e Ingvar (Noomi Rapace y Hilmir Snaer Gudnason), una pareja de granjeros afincada en la inmensidad de la nada islandesa, aislada de toda compañía salvo de la que le proporcionan los corderos que integran su pequeña explotación. Desgastados por el hastío del día a día, conviven bajo el yugo de su propio tedio hasta que descubren en su rebaño a un misterioso recién nacido, una criatura a la que deciden adoptar y criar como si fuera su hijo. ¿Qué tiene ese ser que lo haga diferente? Esta nueva situación revitaliza enormemente la relación, pero también supone el origen de una espiral de sucesos que pondrán en peligro la integridad de sus miembros.
Lamb es una expresión existencial sobre el peso del duelo. Es un estudio sobre el drama de la pérdida, abordado desde una perspectiva compartida, deteriorada por un pesar que no remite; una reflexión sobre la maternidad, entendida como un viaje hacia la trascendencia espiritual a través del amor incondicional que se siente por un hijo. Y es, desde luego, una gran película de terror, una propuesta en la que los elementos fantásticos consiguen mimetizarse, con una precisión casi matemática, con el realismo descarnado de una historia sin aderezos, construida con una seriedad tan inquietante como hipnótica.
Desde el punto de vista formal, destaca el marcado carácter autoral de su realizador, Vladimar Jóhannsson, que firma uno de los debuts más interesantes de los últimos años. El director islandés logra mantener la compacidad de la narración a pesar de la calma con la que se desgrana la información sobre la que se construye el relato, consiguiendo hacer de la tensión un elemento en constante aumento hasta que se desvela la verdad de esta extraña fábula. La puesta en escena, determinada por la solemnidad de un horizonte gélido y yermo, sometido por completo a los poderes de la naturaleza, no necesita de grandes ostentaciones para brillar entre la espesa bruma.
Mención aparte merece la interpretación de Noomi Rapace, que se reafirma como una de las actrices más estimulantes de la última década. Ganadora del premio a la mejor actriz en el Festival de Sitges, da vida a María, una mujer que carga un profundo dolor, que presumiblemente padece las secuelas de un trauma aún sin resolver y que encuentra en la situación que el destino le pone delante la oportunidad perfecta para la redención. Entre magnéticos silencios y lentos movimientos de cámara, Lamb avanza segura de sí misma, descubriendo sus secretos, en una demostración de dominio sobre la imagen y sus símbolos extraordinariamente ejecutada. El trabajo que realiza el equipo de efectos visuales es sencillamente espectacular.
Lamb llegará a los cines el próximo 26 de noviembre de la mano de Vértigo Films. Hasta entonces, puedes contarnos qué expectativas tienes sobre ella en nuestras redes sociales oficiales: Twitter e Instagram. ¡Nos vemos en la próxima en Cineverso!