‘The Innocents’: de nuevo, ¿quién puede matar a un niño?

Resulta emocionante asistir a la constante reinvención del cine de superhéroes. En un contexto en el que las megaproducciones basadas en cómics de tirada universal parecen haber acaparado la atención de un público cada vez menos impresionable, en ocasiones afloran obras que logran hacerse grandes dentro de su propia concepción, menor pero no más pequeña. Obras que no necesitan luchar para conseguir un hueco dentro del género, porque en el fondo no pertenecen a él, al menos no del mismo modo. Obras que trascienden, más que por lo que son, por lo que nunca pretendieron ser. Es el caso de The Innocents, de Eskil Vogt, una historia de niños con poderes donde las naves espaciales y las gemas mágicas han sido sustituidas por los bloques y los columpios de un tranquilo distrito residencial de Noruega.

Fotograma de The Innocents, dirigida por Eskil Vogt.

The Innocents gira en torno a Ida, una niña de 9 años que acaba de mudarse con sus padres y con su hermana autista a un nuevo barrio. Motivo del reciente traslado, no podrá salir de vacaciones como el resto de años, teniendo que pasar todo el verano en su nuevo vecindario. Allí conoce a Aisha y a Ben, dos chicos de su edad que parecen tener habilidades especiales. Si bien ambos tienen en común ser bastante solitarios, son muy diferentes en cuanto a su manera de ver y de relacionarse con el mundo. Aisha es noble, tierna y compasiva, y utiliza sus inexplorados poderes para hacer el bien. Ben, por el contrario, hace uso de ellos para satisfacer sus inquietudes más oscuras, alimentando su sádico instinto sin ningún tipo de control ni de filtro. En esta tesitura, Ida, que no ha manifestado ningún don como el de sus amigos, se ve envuelta en una inminente espiral de violencia e incertidumbre que le enfrentará a sus temores más profundos.

Fotograma de The Innocents, dirigida por Eskil Vogt.

Resulta interesante la manera en que se abordan los conflictos morales que conforman la estructura del relato. Conflictos que, conservando la densidad de sus enunciados, sin perder un ápice de solemnidad, se proyectan desde la perspectiva de alguien a quien aún no le ha dado tiempo a comprender lo que es el bien y lo que es el mal. De este modo, los miedos de los niños, tan inocentes y a la vez tan orgánicos, tan experienciables, constituyen el motor de una cinta que no deja de hablar de la capacidad destructiva de la ira y de la impotente agonía frente a la crueldad desmesurada.

Otro rasgo a tener en cuenta es el tono de la narración. El exacerbado naturalismo de The Innocents en muchas ocasiones me recordó a algunas composiciones de construcción similar, como la aclamada Chronicle, estrenada en 2012. Siguiendo su tendencia, Vogt configura una puesta en escena tremendamente potente, abarrotada de imágenes tan impactantes como retorcidas, consiguiendo superponer los factores probables a las manifestaciones fantásticas del relato. A destacar también, desde un punto de vista estrictamente formal, el diseño de sonido, que se constituye como uno de los pilares sobre los que se sustenta la contundencia psicológica de una obra cuyo horror reside, lejos de lo sobrenatural, en su plano más verosímil.

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