‘Zeros and ones’: el nuevo experimento de Abel Ferrara

Siempre he pensado que Abel Ferrara es un director incomprendido. Sus discursos son complejos, retorcidos, y las formas que elige para transmitirlos dificultan aún más la interpretación de sus obras. Quizá esto se haya hecho más evidente durante las últimas dos décadas, en las que ha ido contorneando un estilo, ya maduro, que definitivamente revela una clara tendencia a la abstracción.

Pero más allá de lo que sus imágenes muestran —pensemos en 4:44 Last Day on Earth, en Tommaso o en Siberia—, el verdadero interés de sus propuestas reside en lo que el italoamericano pretende decir con ellas. O quizá, como con cualquier otra producción artística, en lo que dichas alegorías provocan sobre nuestro sentir. Porque el sentir es singular y está llamado a responder de manera diferente en cada individuo, y más particularmente cuando se supedita a creaciones de una intensidad y vehemencia como la de Zeros and ones.

Fotograma de Zeros and ones, dirigida por Abel Ferrara.

En apariencia, Zeros and ones podría catalogarse como un noir postapocalíptico. Ethan Hawke da vida a JJ, un —¿corrupto?— soldado norteamericano envuelto en una red de conspiraciones que tendrían como objetivo desencadenar un conflicto entre civilizaciones a través de un atentado contra el Vaticano. Perseguido por militares armados y por malvados hombres de negro cuyos intereses tampoco parecen quedar muy claros, JJ deberá abrirse paso entre las sombras de la ciudad de Roma para dar con su hermano, una suerte de mesías revolucionario —al que también Hawke interpreta— que se encuentra en paradero desconocido. Agréguese a esto la atmósfera pandémica de una ciudad desértica, vaciada de toda vida, oscura y siniestra, y el cóctel está servido.

A partir de aquí, el resto depende de lo que el espectador se permita hacer con lo que se encuentra ante su vista. De la capacidad que tenga —o quiera tener— para dejar atrás las expectativas y ampliar sobre la marcha su campo perceptivo. Lo que está claro es que como película de acción o como el lóbrego thriller de espías que en un primer momento pudiera aparentar ser, no funciona. La irregularidad de sus ritmos, la vaguedad con la que se esbozan sus diferentes líneas argumentales y su falta de cohesión narrativa complican enormemente la compresión del conjunto final cuando este se intenta abordar desde una perspectiva puramente racional.

Ethan Hawke como JJ en Zeros and ones, dirigida por Abel Ferrara.

Distinto es el veredicto si se asume que en realidad uno quizá se encuentre ante un trabajo esencialmente expresionista, un producto conceptual sobre las inquietudes socio-políticas de su autor, en un escenario que regala claros guiños al clima resultante de la hecatombe que supuso el COVID-19 a nivel mundial. Ceros y unos, víctimas y verdugos flotando en una maraña de intereses viciosos que emergen en las tinieblas de una noche casi perpetua. Es aquí donde Ferrara despliega todo su arsenal, convirtiendo el elemento visual en el pilar fundamental de su nueva obra. Una obra que asfixia, que rebosa de imágenes tan opresivas como insólitas, en un maremágnum experimental que queda abierto a diferentes lecturas. El bien y el mal no son realidades excluyentes; conviven, se suceden, se solapan. Todo depende de dónde se quiera mirar.


La película, ganadora del premio a la mejor dirección en el Festival de Locarno, llegará a los cines el próximo 10 de diciembre de la mano de DeAPlaneta. Hasta entonces, puedes contarnos qué expectativas tienes sobre ella en nuestras redes sociales oficiales: Twitter e Instagram. ¡Nos vemos en la próxima en Cineverso!

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