Crónica del Festival de San Sebastián: la hoguera que brilló

En esta crónica del Festival de San Sebastián, os contamos cómo ha ido esta 68º edición y cómo funciona un festival en la era del COVID. También hablaremos de la polémica con la gran ganadora del certamen y, como no podía ser de otra forma, os traeremos breves reseñas y opiniones de algunas de las proyecciones a las que asistimos.

¿Cómo es un festival en la era del COVID?

El pasado sábado 26 concluyó la edición más especial del festival de San Sebastián. Una edición que lo tenía todo en contra, pero que gracias al empeño del equipo de José Luis Rebordinos por un festival presencial y tras meses de reorganización y retos, podemos asegurar que su gran apuesta salió ganadora. Tal y como os contamos, el Festival de San Sebastián se propuso ser una de las hogueras que aportan luz en tiempos convulsos. Y, sin duda alguna, la hoguera brilló.

El primer gran logro fue conseguir un catálogo potente para todas sus secciones. Esta edición ha recogido estrenos que estaban programados para el Festival de Cannes y ha traído grandes triunfadoras del pasado Festival de Venecia y Berlín. Además, se han presentado en primicia algunos de los estrenos internacionales más importantes del año: la última obra de Woody Allen y de Fernando Trueba, el debut como director de Viggo Mortensen… Una lista de películas muy atractiva que hizo que se agotaran las entradas de casi todas las sesiones. Aún así, el Festival se aseguró de que hubiera proyecciones suficientes para que nadie se quedara sin poder ir al cine.

Por otra parte, a pesar de que este año ha sido imposible sacarse fotos y recoger firmas de las grandes estrellas, la organización se ha preocupado por hacer un Festival cercano a los espectadores. Se han mantenido los tradicionales coloquios y presentaciones después de las proyecciones. También se han retransmitido las ruedas de prensa e incluso han puesto pantallas en la ciudad para poder seguirlas en vivo.

Y por último, la victoria más importante ha sido el hacer de las salas de cine espacios seguros libres de COVID. Gracias a todas las medidas de seguridad implantadas consiguieron que todos los espectadores confiáramos por la seguridad de nuestra salud. Estas son algunas de las medidas adoptadas: mascarilla obligatoria, FFP2 homologada para proyecciones largas, gel dispensado uno a uno por parte del personal, distancias de seguridad dentro de las salas (un asiento libre)…

Tan enserio se tomaron estas medidas, que al Festival no le tembló el pulso a la hora de expulsar a un director de la proyección de su propia película. Eugène Green presentaba su último trabajo en el SSIFF y el día de la proyección fue advertido en varias ocasiones de la obligatoriedad del uso de la mascarilla. Ante la negativa de este y su falta de colaboración, se decidió expulsarlo de la sala de cine, seguido de la retirada de la acreditación por parte del Festival y una multa por parte de los ertzainas.

Beginning, lluvia de premios con polémica

La película georgiana fue una de las grandes sorpresas de esta edición. Para bien y para mal. Su proyección fue la más polémica de todas. Mientras que parte de los espectadores se fue de la sala por no poder seguir viéndola, la prensa crítica la alabó en todos los sentidos. Es por ello, por lo que su avalancha de premios ha pillado por sorpresa a gran parte del público: 4 premios, incluida la Concha de Oro. Este hecho ha reabierto el debate sobre el sentido que tiene dar premios a películas que están orientadas únicamente a la crítica experta y que en consecuencia es incapaz de llegar a la mayoría de los espectadores.

Aquí podéis mirar el resto de ganadores.

Breves reseñas de películas competidoras

Después de varios quebraderos de cabeza para cuadrar horarios, nos quedamos sin ver dos de las proyecciones más importantes: Patria y El olvido que seremos. Aún así, pudimos adelantarnos a los estrenos de varias de las películas del año. En esta crónica del Festival de San Sebastián os traemos un breve resumen y mis opiniones acerca de las sesiones a las que pudimos asistir.

Rifkin’s Festival. No puedo negar, que como Donostiarra me es imposible ver esta película con una mirada objetiva, pero haré un intento. El mayor defecto de la última de Woody Allen es la poca capacidad de sorprender. Pero, irónicamente, esto puede convertirse asimismo en su mayor virtud ya que en ella el neoyorquino tampoco defrauda. En Rifkin’s Festival encontramos exactamente todo lo que esperamos de una de sus pelis: conflictos amorosos, monólogos reflexivos, momentos divertidos… Si te gusta su estilo, sin duda que pasarás un buen rato. Y si no… Siempre podrás quedarte asombrado por la belleza de San Sebastián. (Aunque estoy en el deber de decir que los colores tan radiantes no son un retrato fiel de mi ciudad).

Été 85 (Verano del 85). El director francés François Ozon nos cuenta esta vez el primer amor pasional de dos adolescentes y de su idealización. La historia comienza por el final, con la muerte de uno de los dos protagonistas después de ese fatídico pero glorioso verano del 85. Mediante flashforwards te muestra un adolescente devastado y a través de flashbacks dos chicos más que enamorados. Es ahí donde reside el gran fuerte de la película: la intriga que genera saber el desenlace gana tu interés de principio a fin.

Druk (Another round). Fue mi apuesta para la Concha de Oro nada más verla. Cuatro profesores ahogados en su propio aburrimiento y monotonía ponen en práctica la teoría de un psicólogo: el ser humano debe mantener un 0.5% de alcohol en sangre para incrementar sus facultades. A través de esa premisa, el director danés consigue reflexionar sobre temas muy interesantes. Por una parte habla sobre los efectos negativos de caer en un profundo y aburrido aletargamiento y sobre la necesidad de tener que hacer locuras de vez en cuando para volver a sentirte vivo. Y, como su propio nombre indica, sobre el alcohol como bálsamo mágico que te impulsa a superar barreras pero también sobre las terribles consecuencias del alcoholismo. Todo ello desde un estilo divertido que es duro y dramático cuando debe serlo, pero sin caer en ningún tipo de moralismo.

Finalmente no se llevó la Concha De Oro, pero sus actores sí que se llevaron el premio al mejor cast. Y es que, en esta cinta tenemos a un Mads Mikkelsen que no me sorprendería su nominación a los Oscars. Está sencillamente sublime, dándonos una de las mejores escenas finales que he visto en años. Algo apoteósico.

Akelarre. Un grupo de jóvenes mujeres vascas es arrestado por la Inquisición acusadas de brujería. Así comienza la nueva cinta de Pablo Agüero que nos cuenta este capítulo de nuestra historia con un enfoque más feminista. No convenció a parte del público y de la prensa, pero yo la disfruté mucho. Una de las críticas era la poca conexión con el ambiente. La otra, venía por una falta de profundidad en su mensaje. A ese respecto, yo considero que no hay que buscarle más de lo que nos dice (spoiler: las mujeres eran consideradas brujas por el simple hecho de querer actuar con libertad). Si consigues superar esas dos barreras, te prometo que este akelarre conseguirá hechizarte en su tramo final.

Selva trágica. Esta película de la directora mexicana Yulene Olaizola fue aclamada en el pasado festival de Venecia 2020. Sin embargo, yo no he conseguido conectar con nada y todo me ha resultado indiferente. A pesar de tener escenas de acción, me ha parecido lenta en exceso. Con planos largos y reflexivos, en los que yo me preguntaba sobre qué debería estar reflexionando tan detenidamente.

Un Efecto Óptico. Se presentará también en el Festival de Sitges este año. Es de esas películas que, según la ves, te va produciendo un tremendo desconcierto satisfactorio y divertido. Hasta que le pillas el truco, que es entonces cuando la magia pierde su efecto. Aun dejándote con una sensación de no saber bien qué acabas de ver, sí que consigue que te sientas identificado con lo que quiere contar. No diré más, porque os invito a que la veáis vosotros mismos.

El estado contra Pablo Ibar. Solamente pudimos ver dos capítulos de este documental que se estrenará en HBO. Dos capítulos, que sin duda supieron a muy poco. Olmo Figueredo y su equipo han conseguido hacer un True Crime en el que se nota un verdadero esfuerzo por intentar alejarse del show y espectáculo, algo que personalmente agradezco. El riguroso trabajo de estos 6 años es palpable durante los dos capítulos que vimos. No tratan al espectador como a alguien al que entretener con historias amarillistas. Nos tratan como a un miembro del jurado más, mostrándonos las pruebas y la historia de la forma más neutra posible, para que nosotros mismos seamos los que juzguemos.

Antidisturbios. Si os gusta la temática de esta miniserie, os prometo que os va a encantar. La prueba de fuego: 5 horas ininterrumpidas (con una FFP2!) viendo los 6 capítulos se me pasaron volando. La nueva producción de Movistar está dirigida por Sorogoyen, y sigue la misma línea de su última película, El Reino. En esta ocasión nos cuenta una trama de corrupción que hay detrás de la deriva de un grupo de antidisturbios después de que se muera un civil en un desahucio. Tiene un ritmo impresionante. Los acontecimientos van sucediéndose sin pausa y la cámara no da casi respiro (muchos primeros planos en movimiento).

Pero sin duda, el mayor logro de la serie es construir una historia y unos personajes que dan la sensación de estar viendo más bien un documental. Los temas que trata son la realidad española de los últimos años: la corrupción, los desahucios, policías sin vigilancia… Para sostener esta trama tenemos personas que no son ni buenas ni malas, si no humanos con sus claros y oscuros. Por detrás hay gran trabajo de construcción de personajes. La dirección de actores es también perfecta consiguiendo que Arévalo, Roberto Álamo, Vicky Luengo… consigan transmitir una verdad que, como decía, por momentos llega a parecer un documental.

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